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Isabel II en Sevilla, cinco años después 

Como vimos en el primer post dedicado a las estancias de la Reina Isabel II en Sevilla, tras la tensa visita de 1876-77 (la primera tras su exilio forzado de 1868), hubo de pasar todo un lustro hasta que se dieron las circunstancias apropiadas para un nuevo regreso.

Durante esos años, importantes acontecimientos habían tenido lugar contribuyendo a que la relación entre los miembros de la familia real se destensara ligeramente.

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Alfonso XII y María Cristina de Habsburgo-Lorena, 1880 (Biblioteca Nacional)

La trágica muerte de la jovencísima Reina María de las Mercedes en 1878, el nuevo matrimonio del Rey Alfonso XII con María Cristina de Habsburgo-Lorena en 1879 y el fin de la relación íntima de Isabel con su secretario personal Ramiro de la Puente en 1882, fueron hechos determinantes.

Ese último año, la Reina Madre regresa a España y, a partir de entonces, sus periodos de residencia en el país comienzan a hacerse cada vez más frecuentes y duraderos. El retorno  se produce el 23 de agosto de 1882 a través de Irún, desde donde se desplaza a Comillas para instalarse junto al resto de la familia real. Desde alli, pasó posteriormente a la Granja de San Ildefonso hasta bien entrado el otoño, cuando retornaría de nuevo a Sevilla para pasar el invierno. (1)

 

La visita de 1882/1883

A principios de octubre de 1882 la prensa de Sevilla atestigua los preparativos ante el inminente regreso de la Reina madre:

“Se ha dado orden para que el cañonero «Arlanza» se sitúe en el puerto de Sevilla á disposición de la Reina doña Isabel”. (2)

Como veremos, el hecho de poner a disposición de la Reina un buque de la armada fue uno de los honores de los que disfrutaría habitualmente, convirtiéndose en costumbre la presencia de este tipo de naves en el Guadalquivir durante sus estancias.

El 16 de octubre de 1882, cinco años después de su última y desagradable visita, regresaba a Sevilla la Reina Isabel.  Así narró la prensa el recibimiento:

“Ayer entre dos y media y tres de la tarde anunciaron las campanas de la Catedral la llegada á Sevilla de doña Isabel II, á quien acompaña la señora marquesa de Novaliches. A la estación de la Plaza de Armas asistieron á recibirla los señores Capitan general, Alcalde y Gobernador civil, comisiones de la Diputación provincial, Ayuntamiento, Audiencia, Cabildo Eclesiástico, Universidad, Instituto Provincial, dependencias del Estado y de los diferentes cuerpos é institutos del ejército…»

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Vista de Sevilla y el Guadalquivir. Charles Clifford, 1862 (Biblioteca Nacional)

«…La comitiva se dirigió desde la referida estación al Alcázar por las calles Reyes Católicos. San Pablo, Rioja, Tetuan, Granada, Plaza de la Constitución, Gerona (sic) y Gradas.
Una sección del Regimiento de Caballería de Alfonso XII precedía al carruaje de la reina madre, formando detrás de la comitiva la sección de caballería de la Guardia municipal. En las calles del tránsito había regular concurrencia.” (3)

Al igual que en la anterior ocasión, la Reina Isabel se dirigió a la Catedral, donde, ante la Virgen de los Reyes, se entonó el correspondiente tedeum, para pasar seguidamente al Alcázar, donde se celebró una recepción a las autoridades.

Los primeros días tras su llegada tuvieron lugar diversos actos de carácter oficial, como la recepción al cuerpo consular o la visita del alcalde accidental de la ciudad, Francisco Gallardo y Castro, que ocupaba provisionalmente la jefatura municipal debido al delicado estado de salud del alcalde Manuel Puente y Pellón.

En esta ocasión, Isabel II parecía sentirse cómoda en Sevilla. Eso parece desprenderse de su correspondencia privada, como en una carta que por aquellas fechas escribe al Marqués de Novaliches, en la que, con su “particular” estilo gramatical reconoce que:

«Aquí en Sevilla todo el mundo (ilegible) se desviven por complacerme y están (sic) contentos de verme aquí» (4)

 

La rutina de la Reina en Sevilla

Desde el primer momento, la Reina Isabel se dedicó de lleno a disfrutar de sus actividades favoritas, como asistir a las representaciones teatrales. En especial, las del Teatro Cervantes, donde acudió en numerosas ocasiones.

Allí, presenció el 26 de octubre la representación de la comedia “La escuela de las coquetas”, de Ventura de la Vega. El 28, asistió a la de “La vida es sueño”, de Calderón y el 24 de noviembre a “El pleito de Sandoval” de Alfred Delacour, por nombrar algunas.

El 19 de noviembre de 1882, con motivo de su onomástica (Santa Isabel de Hungría), hubo recepción en el Alcázar y las tropas de la guarnición vistieron de gala. Por la tarde, paseó por el río a bordo del “Arlanza”, acompañada de “las autoridades civiles y militares de la provincia” (5)

También el cumpleaños de su hijo, el Rey Alfonso XII, fue motivo de celebraciones en la ciudad. Así lo recogió el diario «La Andalucía» el 29 de noviembre:

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Alcázar de Sevilla y Giralda desde la Pasarela. Finales del XIX. (Universidad de Sevilla)

“Con motivo de ser el cumpleaños del jefe del Estado, ayer hubo recepción en el Alcázar, actual residencia de doña Isabel II.
Por el mismo motivo vistieron de gala las tropas de la guarnición. En los establecimientos de enseñanza no hubo clases.” (6)

Aunque, para sus detractores fuera un contrasentido, Isabel II era una mujer de profundas convicciones religiosas. Fue gran benefactora de las Hermandades de la ciudad, llegando a ser hermana de las de Pasión y la Quinta Angustia. Era muy devota del Gran Poder y aún más de la patrona, la Virgen de los Reyes.

A lo largo de sus estancias, nunca descuidó su asistencia a los múltiples  actos religiosos celebrados en la ciudad.

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La Virgen de los Reyes, en Procesión. (archisevilla.org)

Por ejemplo, el 3 diciembre de 1882, con motivo de la grave sequía que se venía padeciendo, se celebró una procesión extraordinaria de la Virgen de los Reyes que Isabel II contempló desde uno de los balcones del Palacio Arzobispal.

Al día siguiente, 4 de diciembre, festividad de Santa Bárbara, asistió también a la función que anualmente dedicaba el cuerpo de Artillería a su Patrona que, en aquella ocasión, se celebró en la Iglesia de la Magdalena.

Al finalizar aquel año 1882, dio muestras una vez más de la liberalidad con la que habitualmente disponía de su presupuesto, repartiendo una importante suma en concepto de donativos para los más necesitados:

“S. M. la reina doña Isabel, que, como es sabido, reside actualmente en el Alcázar de Sevilla, mandó distribuir el domingo último una respetable cantidad entre los pobres de aquella población, habiéndose hecho el reparto de las limosnas a domicilio.
Los periódicos de Sevilla dan con este motivo testimonio del agradecimiento de la población á la reina doña Isabel por sus sentimientos humanitarios”. (7)

Estos habituales actos de generosidad de Isabel II, desmedidos en ocasiones, unidos a otros elevados gastos de muy diverso signo, llegaron a suponer un auténtico quebradero de cabeza para su hijo el Rey Alfonso XII.

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Imeldo Serís-Granier y Blanco, Marqués de Villasegura, sobre 1880

Por esa razón, a finales de 1882, Alfonso forzó el nombramiento del Marqués de Villasegura, persona de su confianza, como jefe de la casa de Isabel II, el cual llevó a cabo desde entonces una administración estricta y eficaz de la misma.

Por esas mismas fechas se hizo cargo de la camarería mayor de Isabel II, Dña. Luisa Fernández de Córdoba y Vera de Aragón, Duquesa viuda de Híjar que, a partir de entonces, la acompañaría en todos sus desplazamientos por España y Francia, convirtiéndose en su más fiel confidente y amiga. (8)

 

Paréntesis para una boda Real

El año 1883 comenzó con el nombramiento del General Camilo García de Polavieja como nuevo Capitán General de Andalucía. Las recepciones semanales que éste organizaba en la sede de la Capitanía de la plaza de la Gavidia se convirtieron pronto en lugar de reunión de lo más “selecto” de la sociedad sevillana. La Reina Isabel acudía con frecuencia a estas recepciones, proporcionando a las mismas un “mayor realce” como resaltaba la prensa. Desde entonces, el general Polavieja mantuvo una cordial relación con la ex Monarca.

El 23 de enero de 1883 se anunció el compromiso oficial de la Infanta Paz, hija de Isabel, con su primo, Luis Fernando de Baviera, fijándose la fecha de la boda para el 2 de abril en el Palacio Real de Madrid. Isabel II se ausentaría de Sevilla durante esas fechas para asistir al enlace.

La Ilustración Española, Madrid, 30/3/1883


Pero antes de viajar a la corte, la Reina Isabel pasó unos días en Sanlúcar de Barrameda, invitada por los Duques de Montpensier, señal inequívoca de que las cosas habían cambiado bastante durante los últimos años. El 26 de febrero, zarpó de Sevilla, a bordo del nuevo cañonero “Eulalia” y permaneció en Sanlúcar hasta el 4 de marzo, en que regresó a Sevilla por el mismo medio, acompañada por el General Polavieja.

Pocos días después, el 13 de marzo de 1883, partía en dirección a Madrid desde la estación de Córdoba, regresando de nuevo a Sevilla justo un mes después, el 14 de abril,

 

Una Reina en el Real

La asistencia a la Boda de su hija Paz impidió a la Reina Isabel presenciar las procesiones de la Semana Santa de 1883. Sin embargo, sí que visitó la Feria de Abril, además de disfrutar de las distintas actividades programadas para aquellos dias festivos. 

El jueves 19 de abril -segundo día de Feria- a bordo de la cañonera “Eulalia” presenció las regatas que se celebraron en el Guadalquivir, acompañada por el Capitán general, el Gobernador civil y el comandante de Marina.

La tarde de ese mismo día asistió a la segunda corrida de Feria en la Real Maestranza, que consistió en un mano a mano entre Rafael Molina (Lagartijo) y Salvador Sánchez (Frascuelo) con toros de Núñez Prado. (9)

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Los diestros Lagartijo, Frascuelo y Currito. (beauchyphoto.com)

Curiosos fueron los brindis rimados con que ambos diestros dedicaron a la ex Monarca la muerte de sus dos primeros toros.

Lagartijo se dirigió a la Reina de esta manera:

“Brindo por su Real Magestá,
por su acompañamiento,
por la gente de afuera
y la de dentro” 

Mientras Frascuelo, llegado su turno, lanzó este brindis con forma de piropo:

“Brindo por la gente real
y todas las caras de rosa
que rodean su Magestá” (10)

Feria de Abril en Sevilla. La Lidia. Madrid, 23/4/1883

El siguiente día, viernes 20 de abril, presidió Doña Isabel la tercera corrida de Feria, con toros de Miura.

Al igual que el día anterior, torearon Lagartijo y Frascuelo, a quienes en esta ocasión se unió Francisco Arjona Reyes (Currito) Los brindis también fueron dirigidos a la regia invitada.

El sábado 21, asistió a las carreras de caballos en el hipódromo de Tablada.

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Las carreras de caballos en Tablada. El Globo. Madrid, 20/4/1877

Aquel año, a petición de “los pequeños industriales que establecen estos dias los puestos en el Real” (11) y como consecuencia de las lluvias que deslucieron en parte los festejos, la Feria se prolongó dos días más de lo acostumbrado, hasta el domingo 22.

Ese día se llevó a cabo la elevación desde la Plaza de Toros de un globo Montgolfier, proeza llevada a cabo por el famoso Capitán Martínez. Por último, y como fin de fiesta, se procedió al lanzamiento de un castillo de fuegos artificiales desde el Prado de San Sebastián, bajo la dirección del pirotécnico Manuel Martínez de Pinillos.

Continuaron aún los festejos hípicos y taurinos durante la semana posterior a la Feria. El día 24 se celebró en la Maestranza un vistoso espectáculo que constó de dos partes.

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Carrera de cintas en la Maestranza en 1887. (beauchyphoto.com)

La primera consistió en una media novillada de Miura y la segunda, una colorida carrera de cintas que presidió la Reina Isabel, acompañada de la Duquesa de Híjar y del general Polavieja, entre otros.


Despedida temporal

Pasado el Corpus, la Reina Isabel retomó su habitual actividad social, acudiendo a los teatros y organizando pequeñas fiestas en el Alcázar a las que invitaba a miembros de la aristocracia local.

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Isabel II, hacia 1890. Fot. Marius-Neyroud

De esta forma consumió los meses siguientes, hasta bien entrado el mes de julio, cuando decidió emprender viaje al norte de España, a pasar el resto del verano en sus destinos favoritos del Cantábrico.

El 17 de julio de 1883, en el tren expreso con destino a Madrid, partió de Sevilla la Reina Isabel acompañada de la Duquesa de Híjar y del Marqués de Villasegura.

Pero no permanecería mucho tiempo alejada de Sevilla Isabel II. Antes de terminar el mismo año 1883 volvería de nuevo a la ciudad en la que, por fin, parecía sentirse como en casa…

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Ver post anterior relacionado: Las estancias de la Reina Isabel II en Sevilla (1) (1862 / 1877)

Ver siguiente post relacionado: Las estancias de la Reina Isabel II en Sevilla (3) (1883 / 1884)

 

Bibliografía

  • Isabel II en el exilio (1868/1904). Rueda Hernanz, Germán. Rh ediciones, 2013.
  • Las Ferias de Sevilla. Nicolás Salas. Universidad de Sevilla, 1992.
  • Isabel II, marcha fúnebre. Artículo de Manuel Jesús Roldán en ABC de Sevilla, 9/4/2018

 

Notas

(1) La Época, Madrid, 24/8/1882

(2) La Andalucía. Sevilla, 12/10/1882

(3) La Andalucía. Sevilla, 17/10/1882

(4) IIsabel II en el exilio (1868/1904). 

(5) La Época. Madrid, 20/11/1882

(6) La Andalucía. Sevilla, 29-11-1882

(7) El Pabellón Nacional. Madrid, 28/12/1882

(8) Diario oficial de avisos de Madrid, 19/1/1883

(9) La Lidia. Madrid, 23/4/1883

(10) La Lidia. Madrid, 30/4/1883

(11) La Andalucía. Sevilla. 22/04/1883

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