A mediados de mayo de 1931, la euforia inicial desatada por la reciente proclamación de la nueva República, dio paso a una desenfrenada sucesión de actos violentos contra los templos y sedes de diversas instituciones de la Iglesia Católica en lo que más tarde sería tristemente recordado como la “Quema de Conventos de 1931”.
Estos graves disturbios tuvieron lugar entre los días 10 y 13 de mayo de 1931 en todo el país, y tuvieron como consecuencia la destrucción de un centenar de iglesias y otros edificios de carácter religioso, que acabaron reducidos a cenizas, pasto de las llamas.
En Sevilla, los sucesos más graves tuvieron lugar durante la madrugada del 12 de mayo de 1931.
Esa noche, el colegio de Jesuitas de la plaza de Villasís fue asaltado e incendiado. En el convento de carmelitas del Buen Suceso se quemaron algunos altares, perdiéndose imágenes de gran valor, como una Santa Ana de Martínez Montañés y un crucificado de Ruiz Gijón, además del archivo parroquial y multitud de enseres. La puerta del Convento del Espíritu Santo fue rociada con gasolina, sin que, afortunadamente, los atacantes consiguieran su propósito.
Sin embargo, el fuego destruyó por completo la techumbre y los frescos de la Capillita de San José y diversas imágenes devocionales quedaron reducidas a cenizas.
Fué el caso de la imagen calcinada del Beato Diego José de Cádiz, paseada triunfalmente por un grupo de jóvenes en el Puente de Triana, dando lugar a una de las escenas más lamentables de aquella triste jornada de ira desatada.
Esta gravísima agitación social provocó que en las primeras horas de la mañana de aquel 12 de mayo se declarara el estado de guerra en Sevilla. Fuerzas del ejército y de la Guardia Civil fueron movilizadas y numerosos conventos y templos puestos bajo su custodia, en prevención de más incidentes y para calmar a una población cuyo ánimo oscilaba entre el escándalo y la preocupación.
Las monjas de Santa Inés se refugiaron en casas de particulares. Las del Socorro, la Encarnación y San Leandro, recibieron orden de desalojar los conventos y muchas los hicieron con lágrimas en los ojos y tapándose la cara con las manos.
Algunos monjes Capuchinos abandonaron temporalmente la clausura y las monjas más ancianas del Convento de las Mínimas de Triana fueron evacuadas por el teniente de alcalde republicano Rafael Rubio Carrión en su propio automóvil hasta el Convento del Pozo Santo.
Cuenta la prensa de la época que la monja más anciana, que llevaba la friolera de 40 años sin salir del convento, al verse dentro de aquel –para ella- extraño vehículo exclamó:
– Señor, ¡Vamos en uno de esos coches que no tienen caballos!…
En el colegio de los Salesianos de la Trinidad, casi todos los alumnos internos fueron recogidos por sus familiares, menos un pequeño ingresado en la enfermería del centro. Un grupo de obreros colgó un cartel en la entrada que rezaba:
“Ciudadanos. En este local hay un niño muy grave. Respetad la casa”.
Sólamente las Hermanitas de la Cruz, con Sor Ángela aún en vida, -en Sevilla Santa Ángela siempre será Sor Ángela- no cesaron en su actividad cotidiana, sin que ninguna de ellas ni su convento de la calle Alcázares fueran víctimas de ningún tipo de ataque.
El estado de tensión generado causó numerosas situaciones tristes y confusas. Eso ocurrió, por ejemplo, la noche del 27 de mayo de 1931…
Continúa en…
Me gusto, es hora de que se sepa como se llego a una guerra civil
Muchas gracias, Maribel.
Quién será el bien trajeado y sonriente ciudadano oque atraviesa el.puente?. Patri.