Desde pequeño, mis padres siempre me inculcaron el amor por Sevilla. Visitando sus monumentos y museos, participando en sus celebraciones populares o haciéndome testigo de acontecimientos importantes. Y recuerdo que lo hacían con orgullo, como quien es consciente de estar trasmitiendo algo que merece la pena conservar. Supongo que muchos otros padres de mi generación son también “culpables” de cometer este bendito “pecado”.
Pero, ¿es posible amar a una ciudad? Ya lo dijo Luis Cernuda:
Hay destinos humanos ligados a una ciudad o a un paisaje.(1)
Cuando tu destino, tu presente y tus recuerdos están marcados por el escenario en que se desarrollan, entonces empiezas a amar lo que te rodea como un personaje más en la trama de tu vida.
Luego, a algunos, nos viene la curiosidad por saber más. ¿Qué hubo antes aquí? ¿Quién vivió en este mismo lugar y cómo sería la vida por entonces?
Hoy día es muy fácil acceder al conocimiento. Internet ha supuesto una revolución en todos los aspectos. El acceso a la cultura y a infinidad de recursos bibliográficos es uno de ellos.
Hace treinta años no ocurría así. Creo no exagerar si afirmo que la numerosa y rica bibliografía existente sobre la historia y tradiciones de Sevilla era prácticamente desconocida a nivel popular.
Las obras de Ortiz de Zúñiga, Luis de Peraza, Justino Matute, José Gestoso, Santiago Montoto o Joaquín Guichot eran más propias de los entornos académicos y raramente estaban presentes en las típicas y modestas bibliotecas familiares de Biblia y Quijote.
Pero todo esto iba a cambiar. Hubo una persona que se esforzó por recopilar y clasificar toda esa erudita información y hacerla accesible para todo el mundo. Y lo hizo además, con un lenguaje sencillo, desprovisto de afectación y con un interés pedagógico claro: Dar a conocer la Historia de Sevilla a todos los sevillanos.
Esa persona fue D. José María de Mena y Calvo, cordobés de nacimiento y sevillano por elección, fallecido el pasado 22 de septiembre en Sanlúcar de Barrameda a la edad de 95 años.
Creo no equivocarme si afirmo que dos de sus libros: Tradiciones y Leyendas sevillanas e Historia de Sevilla, constituyeron un antes y un después en la difusión de la Historia y los temas sevillanos.
Más de una veintena de escritos siguieron a estos dos. En ellos, trató infinidad de asuntos de temática sevillana, siempre de forma amena y fácil de leer: costumbres desaparecidas, la explicación del nomenclátor hispalense, las placas conmemorativas de la ciudad, las obras de Arte de la Catedral y del Alcázar… Incluso nos propuso una inaudita ruta artística por el sevillano Cementerio de San Fernando.
Fue una lista interminable de Curiosidades e Historias Notables de Sevilla, como él las llamaba, que hicieron germinar en muchos sevillanos el interés por la historia local.
Casi se podría decir que creó un auténtico sub-género literario en la ciudad. Sus libros fueron auténticos best-seller y dieron lugar a un fenómeno sin precedentes. La temática sevillana se puso de moda y los libros sobre Sevilla y sus asuntos proliferaron por las estanterías de librerías y centros comerciales.
José María de Mena contó con la admiración y el agradecimiento de muchísimos sevillanos a los que ilustró e hizo disfrutar con sus publicaciones. Por ello, en 1987, el Ayuntamiento de Sevilla le dedicó muy merecidamente una calle cerca de la barriada de San José Obrero.
A pesar de sus éxitos literarios- o quizá a causa de ellos mismos – tuvo sus detractores, sobre todo en ciertos ámbitos académicos que lo acusaban de falta de rigor.
Sin embargo, el hecho de que algunas de sus afirmaciones fueran rebatibles -cosa normal en todos los campos de la ciencia (también las ciencias humanas)- no debería nunca eclipsar el conjunto de su obra, un inmenso y paciente trabajo de compilación que, con toda probabilidad, haya estado en el origen de algunas exitosas carreras de modernos historiadores sevillanos.
Doy gracias a Dios desde aquí por su fecunda existencia. Y a él mismo por haber hecho más grande el amor por Sevilla que mis padres despertaron.
Descanse en Paz.
(1) Ocnos, Luis Cernuda.