Isabel II
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Isabel II y Sevilla

La Reina Isabel II mantuvo siempre una relación muy estrecha con la ciudad de Sevilla. Fue así durante la época de su reinado efectivo, hasta su exilio forzoso a raíz de la Revolución de 1868, conocida como “La Gloriosa”. Pero lo fue incluso con mayor intensidad a partir de 1876 cuando, ya apartada del trono, fijó en Sevilla su residencia durante largas temporadas a lo largo de un buen número de años.

A pesar de ello -salvo alguna excepción- casi toda la bibliografía de Isabel II se centra en sus años de reinado, resultando poco estudiado el periodo posterior a 1868 que, por otra parte, supone prácticamente la mitad de su vida. De hecho, alguna publicación llega a asegurar que, tras su exilio, “Isabel II vivió el resto de su vida en Francia” (1) lo cual no es cierto en absoluto.

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Isabel II en 1859, por Dionisio Fierros Álvarez. Hospital de la Caridad, Sevilla.

Siguiendo la temática principal de este Blog, que es Sevilla y su historia, en esta serie de artículos que hoy empezamos, vamos a hacer un pequeño recorrido por las sucesivas visitas que la Reina Isabel efectuó a la ciudad a lo largo de su vida, resaltando anécdotas o acontecimientos que tuvieron lugar durante aquellas, en ocasiones, largas estancias.

Excede la capacidad y no es ni mucho menos la intención de quien esto escribe hacer un estudio biográfico pormenorizado de Isabel II a lo largo del periodo histórico indicado. Sin embargo, es posible que estas humildes notas puedan resultar de utilidad a alguien más versado para acometer un estudio más profundo sobre este interesantísimo y poco estudiado pedazo de nuestra historia.

La visita Oficial de 1862

La primera visita oficial a Sevilla de Isabel II se produjo en 1862 cuando, aún reinante, emprendió un largo viaje en el que recorrió gran parte de Andalucía y Murcia.

En aquella ocasión, se alojó en el Palacio de San Telmo, residencia de su hermana, la Infanta María Luisa Fernanda, esposa de Antonio de Orleans, Duque de Montpensier.

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Arco de Triunfo levantado en honor a Isabel II con motivo de su visita de 1862. Fotografía: Charles Clifford

Esta visita está completamente documentada, e incluso la propia Reina encargó la redacción de una crónica oficial del viaje, tarea que se encomendó al periodista Fernando Cos-Gayón.

En este mismo Blog ya comentamos alguna anécdota sobre la misma, cuando narramos la historia del órgano que la Reina Isabel regaló a la Iglesia de Sta. María de Gracia de Camas.

Años de cambios: Exilio y Restauración

En diciembre de 1874, culminado el delicado proceso de Restauración de la monarquía dirigido por Antonio Cánovas del Castillo, España volvía a tener un Rey Borbón en la figura de Alfonso XII, único hijo varón de la Reina Isabel.

Atrás quedaron el ensayo revolucionario de 1868, el exilio forzoso de Isabel II, el breve y fallido reinado de Amadeo I de Saboya y la desastrosa experiencia de la Primera República.

La Reina Isabel, desde su exilio en París, pensó que la nueva situación, con su hijo en el trono, facilitaría su regreso a España. Pero nada más lejos de la realidad. Para que el plan ideado por Cánovas fuera exitoso era imprescindible transmitir la idea de que el nuevo monarca no se encontraba influenciado de ninguna manera por la Reina que la Revolución de 1868 había destronado.

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Palacio de Castilla. Residencia en París de la Reina Isabel II

Por ello, hubieron de pasar dos largos años, hasta 1876, antes de que la ahora Reina Madre obtuviera autorización para regresar a España. Aun así, este regreso fue aprobado a regañadientes tanto por Cánovas, como por el propio Alfonso XII.

Uno de los motivos, era el temor a que la irregular vida privada de Isabel enturbiara la imagen limpia que se pretendía transmitir del nuevo monarca. Separada legalmente de su marido, Francisco de Asís de Borbón desde 1869, la Reina Madre nunca se había molestado en ocultar sus relaciones, como la que, desde 1875, mantenía con su secretario personal, el sevillano Ramiro de la Puente.

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Vista de Sevilla y el Puente de Isabel, decada de los 50 del s. XIX (Biblioteca Nacional)

Pese a todo, su regreso se hizo realidad, aunque sujeto a ciertas condiciones. Isabel II no residiría de ninguna manera en la Corte, por lo que se le buscaría acomodo en algún otro lugar que fuera de su agrado. Finalmente y, al parecer, a petición de la propia Isabel, Sevilla resultó ser la ciudad elegida.

La difícil visita de 1876-77

El lugar fijado para su alojamiento fueron los Reales Alcázares. Tuvieron que realizarse diversas reformas para acoger no sólo a la Reina, sino a sus hijas las Infantas Pilar, Paz y Eulalia que la acompañaban, así como a una amplia servidumbre que incluía a Ramiro de la Puente, ascendido a jefe de la Casa de Isabel II.

Se modificaron habitaciones, se añadieron alfombras, se cubrieron las paredes con telas adamascadas y se trajo de Madrid todo el mobiliario para la Reina y las Infantas, parte del cual aún subsiste.

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Dormitorio de Isabel II. Sala del Almirante, Alcázar de Sevilla.

Además, a lo largo de los años, en la parte de los jardines colindante con el Barrio de Santa Cruz, desde diversos edificios se habían ido abriendo ventanas en la muralla, lo que suponía un problema de seguridad y de menoscabo de la intimidad de los nuevos inquilinos. Se pensó levantar un muro que ocultara la visión de los jardines, aunque tal obra no llegó a efectuarse por considerarse de coste muy elevado.

Por fin, a las cuatro y media de la tarde del 17 de octubre de 1876 llegó a Sevilla la Reina Doña Isabel, acompañada de las Infantas. Así lo relató la prensa de aquel día:

“Esperabanla en la estación de la plaza de Armas el capitán general, el gobernador de la provincia, el gobernador militar, los presidentes de las corporaciones provincial y municipal, el presidente de la Audiencia con todos los magistrados, los miembros del cuerpo consular, funcionarios públicos y muchas otras personas de distinción.” (La Andalucía, Sevilla. 18/10/1876)

Posteriormente, subieron a un landó tirado por seis caballos tordos ofrecido por el Conde de Luque, penetrando en la ciudad a través de la Puerta de Triana, que estaba adornada con arcos de follaje.

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La Puerta de Triana, a finales del s. XIX

A lo largo del recorrido, se lanzaron ramos de flores, hubo suelta de palomas blancas, salvas de artillería y repique general de campanas (incluidas las de la Giralda) Una gran multitud presenció entre vítores el paso de la comitiva real por San Pablo, Méndez-Nuñez, Plaza Nueva, Granada, Plaza de San Francisco y Génova hasta llegar a la Catedral.

Allí, ante la Virgen de los Reyes, asistieron a un breve acto religioso donde se cantó un tedeum en acción de gracias por el feliz viaje, para dirigirse posteriormente al Alcázar.

Durante tres días el ayuntamiento organizó actos en homenaje a las ilustres visitantes, con el encendido de luminarias en los edificios públicos, bandas de música e incluso el lanzamiento de un castillo de fuegos artificiales.

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Jardines del Alcázar. (La ILustración Española y Americana – 22/10/1876)

El día 20 de octubre se organizó una gran recepción en el Alcázar a las autoridades de la ciudad. La Reina Isabel trató desde el primer momento de congraciarse con los más destacados miembros de la alta sociedad sevillana. Se hizo asidua en los teatros, organizó pequeños bailes en el Alcázar y asistió a cacerías, así como a las carreras de caballos en Tablada, dedicando además gran parte de su actividad a obras de beneficencia, repartiendo cuantiosos donativos.

Todo esto cambió de manera notable al regreso al Palacio de San Telmo de los Duques de Montpensier, también exiliados y que igualmente habían obtenido recientemente permiso para regresar a España.

Hay que recordar que, tras la expulsión en 1868 de la Reina Isabel, su cuñado Antonio de Orleans, se había significado especialmente en la lucha por alcanzar el trono vacante. De hecho, de él se dijo haber estado tras la conspiración que derrocó a Isabel II, así como del asesinato del General Prim, principal valedor de Amadeo de Saboya.

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El Palacio de San Telmo, residencia de los Duques de Montpensier (Guichot, 1852)

Por ello, cuando en la primavera de 1877 se confirmó el noviazgo entre Alfonso XII y su prima María de las Mercedes, el Duque de Montpensier vio la ocasión de cumplir su sueño, si bien no de forma directa, al menos consiguiendo hacer Reina a una de sus hijas. Por fin un Orleans se sentaría en el trono de España. Para la Reina Isabel, la noticia del noviazgo de su hijo con su sobrina, supuso un mazazo que nunca fue capaz de aceptar.

A partir de este momento, el Duque comenzó a mover sus hilos, indisponiendo a la sociedad sevillana contra su cuñada. Su arma: la relación “ilícita” de la Reina Madre con Ramiro de la Puente. Esta circunstancia fue hábilmente aprovechada por Montpensier, sobre todo en una ciudad como Sevilla, defensora a ultranza de la más estricta moralidad católica, tan alejada de las costumbres más relajadas de la corte de Madrid.

El distanciamiento entre el Alcázar y San Telmo (dos auténticas cortes separadas por apenas mil metros) se hizo tan insostenible para la Reina Isabel, que en noviembre de 1877 decidió abandonar Sevilla para, seguidamente, regresar -sin sus hijas- a su exilio parisino.

1878 – 1882: Tragedia y Reconciliación

En 1878 tuvieron lugar importantes y tristes acontecimientos. A pesar de la oposición de Isabel II a aceptar el noviazgo de su hijo, el Rey Alfonso, con su prima María de las Mercedes de Orleans, el matrimonio se celebró en Madrid, en enero de 1878, con la ausencia de la Reina Madre.

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Alfonso XII y Mª de las Mercedes de Orleans, en 1877

Sin embargo, seis meses después, la trágica y prematura muerte de la jovencísima Reina supuso un golpe terrible tanto para el Rey como para el resto de la familia real, e incluso para buena parte de la sociedad española, que había seguido su noviazgo y matrimonio, como una auténtica novela de corte romántico.

No obstante, al año siguiente, en noviembre de 1879, el Rey Alfonso casó en segundas nupcias con María Cristina de Habsburgo-Lorena, de cuya relación nacería la continuación de la monarquía en la persona del futuro Alfonso XIII. En esta ocasión la Reina Isabel si asistió al enlace.

A principios de 1882, Ramiro de la Puente finaliza su relación con la Reina Isabel. Este hecho, unido a las tristes circunstancias vividas, así como al propio paso de los años, hizo que muchas de las antiguas rencillas familiares se suavizaran, planteándose de nuevo la posibilidad del regreso a España de la Reina Madre.

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Isabel II, en la década de 1880 (Foto: Orimar Bridge)

A partir del otoño de 1882, las visitas a España de la Reina Isabel se convirtieron en habituales. De hecho se puede decir que, entre 1882 y 1888, Isabel II residió la mayor parte del tiempo en España, salvo pequeños periodos que lo hizo en el Palacio de Castilla de París.

Usualmente, los veranos los pasaba en el norte: Ontaneda, San Sebastián, Azcoitia, y algunos cortos periodos en La Granja y en Madrid. Los inviernos, hasta bien entrada la primavera, solía pasarlos en el Alcázar de Sevilla, su destino predilecto, donde llegó a integrarse plenamente en la vida social de la ciudad.

Desde entonces, como veremos en los próximos artículos, su presencia en Sevilla acabaría convirtiéndose en habitual a lo largo de los años…

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Ver siguiente post relacionado: Las estancias de la Reina Isabel II en Sevilla (2) (1882 / 1883)

 

Bibliografía

  • Isabel II en el exilio (1868/1904). Rueda Hernanz, Germán. Rh ediciones, 2013.
  • El Duque de Montpensier. La ambición de reinar. Ros, Carlos. Editorial Castillejo, 2000.

Recursos digitales

Notas

(1) Entrada sobre Isabel II de Borbón en Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Isabel_II_de_Espa%C3%B1a

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