Algo más que una hermosa y triste historia…
Cuando allá por noviembre de 1862, el poeta Gustavo Adolfo Bécquer publica en El Contemporáneo de Madrid su leyenda La Venta de los Gatos (1) estaba publicando algo más que una hermosa y triste historia.
Es sabido que las orillas del Guadalquivir y el entorno de la Barqueta fueron escenarios predilectos de sus paseos y primeras ensoñaciones juveniles.
«Allí, donde los álamos me protegían con su sombra, daba rienda suelta a mis pensamientos y forjaba una de esas historias imposibles…» (2)
En esas escapadas, con catorce o quince años, soñaba ya Bécquer con ser poeta y cantar las bellezas de Sevilla. Incluso se imaginaba recordado en aquel lugar por una ciudad agradecida a su obra.
“Una piedra blanca, con una cruz y mi nombre, sería todo el monumento…” (3)
Por eso no resulta extraño que, en la Venta de los Gatos, su leyenda más autobiográfica, el poeta retornara a los escenarios añorados de la juventud.
Varias historias en una
La Venta de los Gatos encierra al menos dos historias. Es una suerte de matrioshka melancólica pero a la vez reivindicativa. Es la historia de dos Bécquers: el joven y el adulto y su percepción del paso del tiempo.
La triste historia de Amparo y su enamorado es la memoria de un tiempo más feliz, que el tiempo y el andar de la vida se encargaron de destruir.
Hay una protesta. Cuando el autor vuelve a Sevilla después de más de una década, la ciudad ha cambiado, a su pesar. Echa de menos la ciudad de la infancia.
“Edificios, manzanas de casas y barrios enteros habían surgido al contacto mágico de la industria y el capital; por todas partes fábricas, jardines, posesiones de recreo, frondosas alamedas, pero por desgracia, muchas venerables antiguallas habían desaparecido…” (4)
El paralelismo con la vida real del autor nos hace incluso querer encontrar visos de verosimilitud en la historia.
Bécquer marchó a Madrid en 1854 y no regresó a Sevilla hasta 1863. En ese periodo de tiempo, efectivamente, la ciudad experimentó muchas transformaciones.
En 1855, se establece el ferrocarril entre Sevilla y Córdoba, en 1858 se hacen los primeros ensayos de luz eléctrica, en 1862 se inicia el derribo de las puertas de la ciudad…
[pullquote]¿Fue Bécquer un pionero preocupado por la conservación del patrimonio y las costumbres?[/pullquote]
Sin embargo, de todas estas transformaciones una en concreto determina especialmente el devenir del relato: la construcción en torno a 1854 del Cementerio de San Fernando.
Al cabo de diez o doce años de presenciar la bulliciosa y feliz escena de la venta, todo había cambiado. Aquel ya no era lugar para jaranas… Cuando regresa al lugar antaño alegre, el corazón del poeta se encoje al comprobar que el ventorrillo:
“…estaba mucho más ruinoso, abandonado y triste. La sombra del cementerio, que se alzaba en el fondo, parecía extenderse hacia él, envolviéndolo en una obscura proyección como en un sudario…” (5)
Sobrevuela entonces sobre el relato una suerte de crítica melancólica al progreso, a la racionalización y a la modernidad que todo lo transforma.
Detener el paso del tiempo
En esa segunda visita a la venta, Bécquer no busca un lugar. Busca otra época, otro ambiente, otra forma de vivir la vida que contrasta con el despiadado aunque inevitable progreso.
¿Estaba siendo entonces Bécquer un pionero preocupado por la conservación del patrimonio y las costumbres? ¿O era sólo el poeta melancólico, el romántico, al fin y al cabo, obsesionado con el paso del tiempo y con la muerte?
Sea como fuera, sin planearlo, nuestro poeta consiguió algo insospechado. De alguna manera, logró que aquel lugar se convirtiera en una isla anclada a un pasado perdido. Sin la leyenda, la Venta de los Gatos habría desaparecido mucho antes de conocer el siglo XX.
Hoy día, más que nunca, ese pequeño trozo de pasado envuelto en un mar de ladrillos, corre el riesgo de desaparecer. A pesar de los muchos, muchísimos y bien intencionados intentos de gente sensible por conseguir que la Venta de los Gatos sea declarada Bien de Interés Cultural, la triste realidad es que en la actualidad está a la venta en la página web de una conocida inmobiliaria por el módico precio de 169.000€…
La Venta de los Gatos merece mejor destino
No sólo por haber sido inmortalizada por uno de los más finos y originales escritores que ha dado Sevilla.
Sobre todo, por ser una auténtica superviviente de nuestro patrimonio cultural que –por el momento- ha subsistido más de 150 años gracias al poder de la poesía y la buena literatura encerradas en las páginas de un simple libro, escrito por un autor genial.
¿Quién podría encontrar otra historia más hermosa y triste que esta?
Notas
(1) Si nunca ha leído La Venta de los Gatos, puede hacerlo gratuitamente Aquí.
(2) Cartas desde mi celda. Carta Tercera. Gustavo Adolfo Bécquer.
(3) Cartas desde mi celda. Carta Tercera. Gustavo Adolfo Bécquer.
(4) Rimas y Leyendas. La Venta de los Gatos. Gustavo Adolfo Bécquer..
(5) Rimas y Leyendas. La Venta de los Gatos. Gustavo Adolfo Bécquer..
(6) El texto hoy día ilegible de la placa conmemorativa inaugurada en 1928 es el siguiente:
En esta casita, en tiempos pasados venta andaluza, ocurrieron las escenas célebres de fiestas, de amores y tragedias que inspiraron al insigne sevillano, el gran poeta Gustavo Adolfo Bécquer su famosa leyenda «La Venta de los Gatos». Los admiradores del poeta pusieron esta lápida para perpetuar y recordar este romántico recuerdo. Donada por José Suárez Durán, marmolista de esta Casa. Enero 1928.
(Extraído del libro «Sevilla habla de Sevilla» de D. José María de Mena. Editorial Castillejo, Sevilla, 1992)
Genial, gran historia, aunque triste noticia.
Aún no es tarde, Raquel. Todavía puede tener un final feliz. Seamos optimistas! 🙂
Me parece genial los motivos por los que deberíamos conservarla, queda en pie algo que no es un monumento pero que inspiro una de las bonitas leyendas de Becquer. Es muy triste el estado en que se encuentra, no solo la venta sino el barrio de Las Golondrinas, que no hace mucho, fue ejemplo y modelo de los barrios mas limpios y mejor gestionados de Sevilla. Hoy al igual que la venta, se ha convertido de punto de reunión de pandillas y bandas de dudosa procedencia y actividad, que hacen y deshacen a sus anchas sin que nadie le ponga remedio, ni siquiera las fuerzas del orden.
Sigamos en la lucha para que, sobre tanta desidia y falta de educación, triunfe la cultura.
Yo vivo en las golondrinas y me gustaría que se le de a la venta los gatos lo que se merece por su historia y que sea un sitio para exposiciones dedicadas a Bécquer y además esa placa y el color de la beta de los gatos pudiera su nombre y el estado que yo la conocí hace más de 40 años
Ojalá que se cumpla ese deseo. Gracias, María.
Debiera recuperarse en honor de lo que significó en el pasado, y adecuarlo como zona de recreación cultural.
Soy una sobrina de los dueños de la benta de los gatos y me gustaría decir que si mi tío pinta la benta por fuera como la a pintado varias veces y no es por mi tío que este hacin es por los gamberros que hasen daño pintando los grafitis y ninguno le dicen nada
Ana María, ¿qué ha pasado con la placa de la Venta?
Soy un admirador de Gustavo Adolfo Béquer, soy y vivo en la ciudad autónoma de Ceuta, pero me solidarizo con las personas que viven en el barrio donde está ubicada la casa, que un dia fue «La Venta de los Gatos», obra inmortal de Béquer.
Queremos que sea patrimonio de todas las personas que aman la vida, en su Pasado, Presente y Futuro.