La vida es fluir.
Siempre adelante. Sin vuelta atrás. Sin remedio. Para bien o para mal.
Ahora alegres, luego tristes… según nos toque. Y no tiene sentido ir contra este flujo. Nuevas heridas -quizá ninguna- sucederán a otras. Grandes alegrías -quizá ninguna- iluminarán las sombras.
Nuestra única certeza es no tener ninguna.
Qué hacer entonces: ¿parar? ¿Esperar lo que deseamos? ¿Sufrir si nunca llega? Sólo hay un acto que de verdad nos hace libres: Decidir.
Decidir rendirse o continuar. Luchar si decidimos esto último y aceptar el resultado si no es el esperado.
Decidir entre mirar la vida o dejarse llevar por su corriente.
Saber disfrutar de lo que es bueno. Sobrellevar también lo que nos duele.
Decidir aceptar el día, pero también la noche. Ambos conforman nuestro tiempo.
Decisión, lucha, aceptación: no hay otra sabiduría.