A mediados del mes de septiembre de 1862, la Reina Isabel II emprendió un largo viaje oficial que la llevaría a recorrer diversas ciudades de Andalucía y Murcia.
Hacía 39 años que un monarca español no visitaba tierras andaluzas. Con O’Donell en el gobierno, la situación política parecía mostrar cierta estabilidad y quizá se consideró que era el momento apropiado para emprender esta real gira que, por otro lado, pretendía mejorar la imagen pública de la soberana, ya algo deteriorada por aquella época.
Como no podía ser de otra forma, Sevilla fue destino preferente de esta visita. En la ciudad, todos los detalles se prepararon con esmero, confeccionándose un pormenorizado programa de actos. La capital hispalense se engalanó como en pocas ocasiones para agasajar a la soberana y a su nutrida comitiva, que incluía la familia real al completo, miembros del gobierno y un gran número de servidores reales.
La Reina, junto a su numeroso séquito, llegó a Sevilla en ferrocarril procedente de Córdoba en la tarde del 18 de septiembre. Se habían levantado Arcos de Triunfo, adornado los edificios oficiales con colgaduras e incluso se habían colocado luminarias en diversos monumentos, entre ellos la Giralda.
Durante los días sucesivos se programaron recepciones, besamanos y lujosos bailes de gala. Algunos tuvieron lugar en el Palacio de San Telmo, seleccionado como alojamiento de la Real familia. A fin de cuentas, era residencia de la hermana de Isabel, la Infanta María Luisa Fernanda y de su cuñado, el intrigante Duque de Montpensier.
Entre los actos previstos, se planificó una excursión que incluía visitas a la Cartuja y fábrica de Pickman, al monasterio de San Isidoro del Campo así como al conjunto monumental de Itálica, donde recientemente y bajo la dirección del arquitecto y arqueólogo D. Demetrio de los Ríos, se habían llevado a cabo importantes excavaciones que habían sacado a la luz gran parte de los restos del Anfiteatro.
La visita fue programada para el 23 de septiembre. Ese mismo día publicaba el diario «El Porvenir» de Sevilla:
“… SS.MM. han resuelto ir hoy a la Cartuja, magnífico
establecimiento de los señores Pickman y Cía…,
y después a las célebres ruinas de Itálica, (…). A la
una de la tarde saldrá la familia regia del palacio de S.
Telmo (…) Acto continuo se dirigirán SS.MM. a las
ruinas de Itálica por el arrecife provisional construido,
pasando por las villas de Camas y Santiponce …».
La comitiva cruzó el Guadalquivir por el Puente de Triana. El nuevo puente de hierro había sido inaugurado hacía ya 10 años. Concretamente, el 23 de febrero de 1852 y había sido bautizado precisamente con el nombre de Puente de Isabel II. Sin embargo, era la primera ocasión en que la Reina lo cruzaba, así es que a buen seguro, la expectación sería máxima. ¿Quién sabe si fue aquella ocasión la que inspiró la celebérrima Seguidilla?…
«Por El Puente Triana, oui, Pasa La Reina…«
El entusiasmo popular al paso de la comitiva regia por Triana y su vega fue desbordante. Un cronista lo describió de esta forma:
«…Se había aprovechado la ocasión para que los pueblos comarcanos, al mismo tiempo que satisfacían su deseo de saludar á los Reyes les hicieran conocer lo pintoresco y agradable de una romería del país. Desde la mitad del camino se presentaron centenares de ginetes, llevando los más de ellos sobre la grupa de sus caballos una gentil andaluza…«.
Otra crónica de la época nos habla de:
«…comparsas bulliciosas de comarcanos pueblos, (…) bandas músicas, (…) Carabanas pintorescas de Sanlúcar, de Albaida, Benacazón, Burguillos y demás lugares del circuito…»
Esta última crónica también refiere la presencia de parejas de Guardia Civil a lo largo de todo el camino así como de banderas, colocadas de trecho en trecho.
Tras visitar la «…fábrica de loza, china y objetos cerámicos de los Sres. Pikman y compañía…», sobre las 3 y cuarto de la tarde, salió la Corte con destino a Itálica.
La primera localidad que debía cruzar la comitiva era la Villa de Camas, en la que se había erigido un Arco de Triunfo para agasajar a la ilustre visitante.
Según narra deliciosamente el profesor y poeta camero, D. José Muñoz San Román:
«Esperando su paso por Camas, se engalanaron con colgaduras las casas de la carretera, así como el Ayuntamiento, a cuya puerta formaron los niños de las escuelas…».
A las puertas de la Iglesia, abiertas de par en par, esperaban el Clero y las Autoridades e incluso se había preparado un palio cuyas varas eran sostenidas por los Concejales del Consistorio en previsión de que su majestad se dignara a visitar el templo.
El repique de las campanas, los cantos de los niños, los vítores y el entusiasmo general obtuvieron su recompensa. La Reina tuvo a bien apearse de su coche y, seguida de su séquito, se dirigió a la Iglesia, rodeada del público asistente y en medio de atronadores ¡Vivas!
Pero se dio una circunstancia que provocó que la visita Regia careciera de la solemnidad que todos los presentes a buen seguro hubieran deseado. Esta fue la no existencia en la Iglesia de Camas de un órgano, ni siquiera de un pequeño armónium, con lo que no se pudo recibir con música a la Reina en aquella fugaz, aunque histórica visita.
De hecho, el capitular D. Juan San Román Sivianes, allí presente, no dudó en aprovechar la ocasión para poner esa carencia en conocimiento de S.M. la cual, según cuentan, lo escuchó con sumo interés…
El séquito se puso de nuevo en marcha, atravesando la localidad de Santiponce hasta llegar a las ruinas romanas de Itálica. Frente al Anfiteatro se había montado una tienda donde fue recibida la Familia Real por las autoridades y miembros de la Comisión de Monumentos. D. Demetrio de los Ríos ejerció de guía y explicó a la Reina el estado de las excavaciones, así como las necesidades económicas que toda aquella labor precisaba. De hecho, aquella visita real tuvo como consecuencia positiva un posterior donativo de 10.000 reales, que permitieron extender las labores de excavación.
Sobre las seis y media de la tarde, el cortejo emprendió su camino de regreso, no sin antes efectuar una breve parada para visitar el monasterio de San Isidoro del Campo.
La estancia en Sevilla de Isabel II se prolongó hasta el 6 de octubre, con la salvedad de un pequeño paréntesis durante el cual efectuó una visita a Cádiz, Puerto de Santa María y Jerez de la Frontera. El viaje real continuó entonces por Córdoba, Jaén, Granada, Loja, Antequera, Málaga, Almería, Cartagena y Murcia, concluyendo el 29 del mismo mes con su regreso a Madrid.
Cuenta Muñoz San Román que, pasados los años, habiendo sido ya destronada Isabel II como consecuencia de la Revolución de 1868, llegaron un buen día a Camas unas carretas cuyo contenido provocó gran alegría en todo el vecindario.
Aquellas carretas contenían ni más ni menos que las distintas piezas en que venía desmontado un maravilloso órgano destinado a la Iglesia de Camas. Tardío, pero espléndido regalo de aquella Reina desterrada a quien algunos llamaron la de los tristes destinos.
Bibliografía
- «Sevilla y la monarquía : las visitas reales en el siglo XIX»
Fernández Albéndiz, María del Carmen.
Editorial Universidad de Sevilla-Secretariado de Publicaciones. Sevilla, 2007. - «Crónica del viaje de sus májestades y altezas reales a Andalucía y Murcia en setiembre y octubre de 1862»
Cos-Gayón, Fernando. Imprenta Nacional. Madrid, 1863. - «Crónica regia : viaje de la corte a Sevilla en 1862»
Velázquez y Sánchez, José.
Geofrin. Sevilla, 1863. - «Muñoz San Román : perspectivas memoriales»
Antequera Luengo, Juan J.
Facediciones. Sevilla, 2010. - «Andanzas de una lápida conmemorativa colocada en el anfiteatro de Itálica en el año 1862»
Rodríguez Hidalgo, José Manuel.
SPAL-Revista de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Sevilla Nº 20, 2011.
Origen de las Ilustraciones
(1) (2) (3): «Crónica del viaje de sus májestades y altezas reales a Andalucía y Murcia en setiembre y octubre de 1862» Cos-Gayón, Fernando. Imprenta Nacional. Madrid, 1863.
(4): Recreación del Autor.
(5): «Andanzas de una lápida conmemorativa colocada en el anfiteatro de Itálica en el año 1862». Rodríguez Hidalgo, José Manuel. SPAL-Revista de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Sevilla Nº 20, 2011.
La lectura me ha sido amena y útil, pues tras la visita del Palacio Provincial de Cádiz, reformado en 1862 para Isabel II, me preguntaba qué había venido a hacer la reina y cuánto tiempo había pasado en Andalucía. Gracias por su exhaustiva crónica.
Me alegro muchísimo que le haya sido útil, Ana. Toda nuestra historia está entrelazada y se complementa. Es muy bonito ver cómo encajan las piezas. Un saludo.