El sacerdote que ofició mi matrimonio decía sabiamente que, para que éste perdurara, el mueble más importante de nuestro hogar no debía ser la cama, sino el sofá.
El sofá para sentarse a hablar. Porque el amor a largo plazo sólo se sostiene con diálogo, comunicación, un poco de ceder a veces, decir lo que se piensa siempre, sin dejarlo corromperse en nuestro interior, y decirlo siempre con suavidad.
Esto no sólo ocurre con el amor de pareja, sino con todos los amores que implican convivencia.
La familia en la que se siguen las normas básicas del amor dialogante, es base firme y fuente de estabilidad para toda la vida.
Sin embargo, cuando no impera la comunicación, cuando la pluralidad de ideas no se respeta, cuando sólo existen la imposición, los prejuicios y el egoísmo, el amor se debilita, se vicia, se corrompe y acaba por morir. La convivencia familiar termina convirtiéndose en el cumplimiento de un conjunto de reglas acatadas como mal menor, para hacer más llevadera la existencia, en espera de tiempos mejores.
Qué alegría cuando se puede expresar la opinión discordante y se puede rebatir la que no nos convence.
Qué sensación más reconfortante mostrarte tal y como eres, sentirte aceptado, sentarse todos a la misma mesa sin esperar ser juzgados.
Qué inmenso consuelo poder contar el problema que te aflige y escuchar una palabra compresiva, quizá crítica, pero no inquisidora ni hiriente.
Qué tristeza, sin embargo, que años de profundo silencio enquisten los problemas.
Qué profundo desasosiego tener que callar lo que no se quiere oír, convirtiéndolo todo en pura fórmula
creada a fuerza de costumbre.
Qué impotencia tan dolorosa conocer la solución para el dolor del que está enfrente y que una pared antigua nos separe.
No permitamos que el amor, la más feliz y luminosa de las inteligencias humanas, se oscurezca por falta de diálogo. Sentemos las bases de nuestro amor cuanto antes, trabajándolo con paciencia y perseverancia y tendremos un gran tesoro que dará sentido a este confuso sinsentido que es la vida.
Gran reflexión cargada de verdad.